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The leadership of the Cuban Communist Party continues to cultivate the vision for globalization developed through the end of the first decade of the 21st Century by Fidel Castro Ruz (e.g., here). That vision incorporated and transposed much of the ideological foundations of the abandoned New International Economic Order into the frameworks of globalization. It was suspicious of markets, of bottom up unsupervised economic activity, and of trade arrangements that did not put development at the center of inter-governmental management, and that the behaviors of developed states (especially the old imperial powers) were necessary exploitative according to the "logic" of post 1945 globalization. It sought to project a Leninist version of administrative supervision into the core of globalization norms--that trade, and economic activity must be understood as
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The Remarks are worth considering if only because it represents, in a general way, much of the thinking that is gaining increasing traction not just among developing states, but also among a certain sector of academic and policy elites in liberal democratic developed states. What in liberal democracy has become the fashionable skepticism of "capitalism" and the anarchic and unruly states of markets, is not difficult to transpose into the discursive tropes of state supervision necessary to ensure that all economic activity serve some sort of public ends (development, human rights, sustainability and the like) and that it must be understood as a necessary complement to politics which is the central responsibility of the state apparatus. The catchphrase that one is likely to see more of among those who have embraced this view among liberal democratic elites, and the cultural-political vanguards of Marxist-Leninist and developing states, is "globo-colonization."
"Tendremos que concluir que la tiranía del mercado al servicio de las economías más poderosas del planeta no solo no ha resuelto ninguno de nuestros problemas, sino que nos ha llevado a caer en lo que mi querido amigo Frei Betto llama la globocolonización." ["We will have to conclude that the tyranny of the market at the service of the most powerful economies on the planet has not only not solved any of our problems, but has led us to fall into what my dear friend Frei Betto calls globo- colonization."] ( "Que las ventajas de la globalización", supra).The concepts flow straight out of a series of quite interesting remarks developed into something like a theory of globalization by Fidel Castro from the 1980s on (see, Fidel Castro Ruz, e.g., here, and here). It is the principle of the tyranny of the market that drives policy toward managerial supervision by a vanguard suitable to the political ideology of contextually relevant actors. It has become naturalized within the vanguards of developing states, at least those who lean leftward (traditionally--and I use that term ironically here) in developing states (in opposition to the stewards of administrative supervision functionaries who tend to drift to the (again ironically) right. One will see more of this in the coming years in a variety of areas as globalization is "reworked", for example in the forms of taxation policy (e.g., "Promotion of inclusive and effective international tax cooperation at the United Nations" A/C.2/78/L.18/Rev.1 (15 November 2023). It also provides much of the foundation for the current state of the policy discussion around liberal democratic anti-capitalism--from the governance of artificial intelligence to the reworking of business purpose from a focus on investors to an alignment with political policy overseen by a public administrative apparatus created for that purpose and operationalized through systems of downward delegation of responsibilities and upward duty to comply. Chinese Marxist-Leninism in the New era provides the normative model, though not the contextually relevant modalities of implementation. The alignment, though, of systems, is hard to miss. And at the apex of these efforts are the cultivation of belief.
The remarks, as has become customary since the time of the leadership of Fidel Castro, are written in that intensely unique style in which ideological points are driven by the proffering of tidal waves of facts that serve to sweep away, in the manner of qualitative discourse, any objections of those who either misinterpret or fail to grasp the potency in the belief of the correlation of facts as aligned ideologically with causation. That discursive style has proven to be both, in certain ways impenetrable, but at the same time highly effective. Its effectiveness comes not from the quality of facts or analysis, but from the tidal waves of data correlated into causation made possible by the ideological premises for which the data was initially sought. The stye harks back to a simpler time when the telling and retelling of miracles served the same purpose. Political and ideological communities no longer have saints, but they have data and ideologies eager to consume them for the belief communities desperate for "signs" that well signified, confirm belief--and make it all that much easier to move populations whose sentiments drive the machinery of democratic society.
(Versiones Taquigráficas - Presidencia de la República)
Compañero Primer Ministro, Manuel Marrero Cruz;
Compañero Canciller de la República de Cuba, Bruno Rodríguez;
Óscar Luis Hung, Presidente de nuestra Asociación Nacional de Economistas;
Vice primer Ministro Alejandro Gil;
Ministros, miembros del Comité Organizador y del Comité Académico del evento;
Estimados economistas, cientistas sociales y estudiantes:
Menciono en último lugar a los estudiantes porque me siento parte de ellos. En un escenario como este, lleno de académicos y de profesores exponiendo sus ideas sobre los problemas globales, ¿quién no se siente un estudiante cuando está aprendiendo? Especialmente hoy, 17 de noviembre, Día Internacional de los Estudiantes.
Los felicito y los convoco, queridos estudiantes de Ciencias Económicas. Ustedes tienen por delante el desafío gigantesco de ayudar a resolver el mayor problema de nuestro país: que nuestra economía derribe los muros del bloqueo. Y de probar, con esfuerzo y talento, cuánto es capaz de lograr el socialismo, también en la economía.
Y ya que hablamos del problema, quiero que mis primeras palabras, en nombre del pueblo y Gobierno cubanos, sean para agradecerles profundamente a los visitantes extranjeros sus fuertes expresiones de rechazo al genocida bloqueo, junto a la solidaridad y apoyo al heroico pueblo cubano, que hoy resiste y crea enfrentando las enormes dificultades derivadas del cerco económico y financiero, incluyendo las que golpean directamente a la familia cubana.
Les agradezco también su presencia en Cuba, en abierto desafío a la política imperial, y los sustantivos debates que se han generado aquí en el intercambio vivo e intenso de criterios y experiencias diversas que, en mi modesta opinión, tributan a un mismo objetivo: hacer que las ventajas de la globalización funcionen para las grandes mayorías de todos los países, y no solo para las élites de un grupo selecto de naciones que construyeron su prosperidad a costa del empobrecimiento de las nuestras. Naciones que, por cierto, después se convirtieron en eternos acreedores, como ilustra tan clara y dolorosamente el ejemplo de la hermana y mil veces empobrecida Haití, que todavía paga en pobreza profunda, espiral de violencia y otros males su inspiradora rebeldía: la primera revolución de esclavos de la historia moderna.
Deuda de la independencia, término absurdo y paradójico, llaman a los pagos “por reparaciones” que fue obligada a hacer durante 122 años la república haitiana, para no ser invadida otra vez por la poderosa exmetrópoli que había explotado todos sus recursos humanos y materiales con los métodos más crueles.
Pero todavía hoy la única solución que se les ocurre a quienes se pretenden salvadores de nuestros castigados vecinos es el envío de tropas, como tantas veces desde 1915, fecha de la primera invasión yanqui, que se declaró dispuesta a enfrentar la pobreza e inestabilidad del país, después de que marines del naciente imperio norteamericano vaciaran el Banco Nacional de Haití.
Duele Haití como duele Palestina, cuya pequeña Franja de Gaza se ha convertido en una prueba de la inoperancia de los mecanismos e instrumentos del Derecho Internacional para evitar un genocidio en pleno siglo XXI. Numerosas resoluciones de Naciones Unidas han sido desconocidas por quienes tienen la responsabilidad y compromiso de detener el genocidio, pero prefieren destinar miles de millones de sus presupuestos para que no pare la guerra que alimenta su economía.
Mientras nos reunimos aquí en La Habana, capital de una Cuba que lleva más de 60 años bloqueada con el declarado propósito de que estalle contra sí misma, Gaza sigue siendo bombardeada como colofón genocida de otro bloqueo de décadas.
Hace siete años, en una Cumbre de los No Alineados, en Isla de Margarita, en Venezuela, el entonces Presidente de Cuba, el General de Ejército Raúl Castro Ruz, pronunció palabras que parecen pensadas para hoy mismo, y cito: “Resulta inaceptable que todavía el pueblo palestino continúe siendo víctima de la ocupación y la violencia, y que la potencia ocupante siga impidiendo la creación de un Estado palestino independiente y con Jerusalén Oriental como su capital”.
Aquel llamado que tantas veces se ha reiterado por numerosos líderes mundiales sigue esperando respuesta, como la impagable deuda externa y tantas otras consecuencias de un mundo demasiado injusto para la mayoría de sus habitantes. Esa realidad no nos hará bajar los brazos ni renunciar a la defensa de ideas más justas para hacer el mejor mundo posible, aunque no alcancemos a verlo.
Este encuentro es un homenaje a la idea fundadora del Comandante en Jefe Fidel Castro, a su incansable búsqueda del mejor de los caminos hacia la emancipación humana y la supervivencia de nuestra especie, a la que el capitalismo neoliberal empuja irracionalmente hacia su extinción.
Desde las grandes reuniones sobre la Deuda Externa en la década de los 80 hasta los eventos de Globalización y Desarrollo, Fidel fue un gran constructor de consensos y un líder de fe infinita en que un mundo mejor es posible, pero solo si se transforma el antidemocrático y arcaico orden económico internacional, considerando todas las ideas que apunten a la salvación de la humanidad. Sus ideas de entonces, a la luz de los gravísimos problemas de hoy, estremecen por su vigencia y nos obligan a convertir el homenaje en estudio, debate y acciones.
En Fidel pensaba cuando inauguramos este encuentro el martes. Todavía se siente aquí su presencia y se recuerdan sus palabras en las esperadas clausuras de Globalización, fueran los inesperados y breves minutos con que sorprendió a los asistentes al primer encuentro, o las seis horas y media que extendió otra cita, hasta bien avanzada la madrugada.
Yo asistí como invitado al primer encuentro, y luego he releído prácticamente todo lo que dijo a lo largo de los años; así que al solicitarme hablar en la clausura, recordé sus palabras cuando le pidieron lo mismo, y dijo que le gustaría tener la elocuencia y la erudición de los que habían hablado antes.
Exactamente eso sentí al escuchar las conferencias magistrales de José Luis y Gambina en la sesión inaugural, y compartir después algunos de los debates en sesiones. Pero justamente esos análisis también me inspiraron para elaborar las ideas que quisiera transmitirles hoy.
Este encuentro ha sido una magnífica fuente de aprendizaje y una oportunidad para afirmar, ratificar convicciones acerca de los temas abordados, por la coincidencia con los puntos de vista que hemos compartido.
Es magnífico confirmar que continúa prevaleciendo el debate plural, incluso polémico, abierto a los más diversos puntos de vista sobre temas que siguen necesitando luz, y que son el resultado de los procesos asociados a la globalización, con impacto en el desarrollo.
Esa confrontación de ideas es un principio de estas reuniones que le debemos a su principal gestor, Fidel, quien se percató muy pronto de la trascendencia del proceso que ya habían descrito los académicos, y expuso de forma sistemática y convincente sus propios argumentos teóricos, siempre desde la perspectiva de los explotados y los excluidos.
Él describió la globalización como un proceso objetivo, indetenible, de crecientes interconexiones e interdependencias de las economías nacionales a nivel mundial, que influye en todas las esferas de la vida social y que tiene sus bases y pilares fundamentales en el desarrollo alcanzado en la técnica del transporte, de las comunicaciones y del proceso y transmisión automatizada de información. Pero también denunció con énfasis la irracionalidad e insostenibilidad de la ola neoliberal y la necesidad imperiosa de que la humanidad tomara conciencia de que se precisa la globalización de la solidaridad humana como un paso importante hacia el triunfo definitivo de la globalización socialista como la alternativa para la supervivencia de la especie.
El mundo ha cambiado dramáticamente desde entonces. Lo hemos confirmado de golpe, con la reciente pandemia que paralizó al planeta durante largos e inciertos años y nos dejó a todos en peores condiciones, por no darles su oportunidad a la cooperación y la solidaridad.
Viejos y nuevos conflictos se transforman en guerras de las que solo sacan ganancias los fabricantes y traficantes de armas. El multilateralismo emergente trata de avanzar en un camino minado por obsoletos afanes imperiales. La Organización de las Naciones Unidas, sus organismos y principios son constantemente burlados y violados por haber demorado demasiado tiempo su necesaria democratización.
Si no cambiamos el actual desorden mundial, la codicia y el egoísmo de unos pocos nos precipitarán al abismo, del cual no podrán salir tampoco quienes se empeñan en impedir un paradigma de coexistencia diferente; un mundo más justo, inclusivo y equitativo que ofrezca a las naciones empobrecidas oportunidades reales para una vida digna y sostenible, en el que por fin desaparezcan el hambre y la pobreza, y en el que se respete el derecho a la vida y al desarrollo.
Permítanme que vuelva a Fidel y sus ideas sobre los desafíos de la alternativa frente a la globalización neoliberal.
En la clausura del V Encuentro, el líder histórico de la Revolución Cubana dejó dicho que: “Hay un campo donde la producción de riquezas puede ser infinita: el campo de los conocimientos, de la cultura y el arte en todas sus expresiones, incluida una esmerada educación ética, estética y solidaria, una vida espiritual plena, socialmente sana, mental y físicamente saludable, sin lo cual no podrá hablarse jamás de calidad de vida.
“¿Acaso algo impide que podamos alcanzar tales objetivos?” –se preguntaba.
Y después afirmaba: “¡Queremos demostrar lo que todos proclamamos: que un mundo mejor es posible!
“¡Ha llegado la hora de que la humanidad comience a escribir su propia historia!”
Después de seis décadas de criminal bloqueo, de 243 medidas de reforzamiento de esa obsesiva persecución de todo cuanto puede significar una salida al crecimiento en el camino al desarrollo, Cuba apuesta todo a ese campo donde la producción de riquezas puede ser infinita, como dijo y demostró Fidel, al impulsar el desarrollo de la ciencia y el conocimiento.
Permítanme decirles a quienes puedan desconocerlo todavía, que el bloqueo de los Estados Unidos contra Cuba no ha dejado espacio sin acosar, hasta el absurdo de incluirnos en una lista de supuestos patrocinadores del terrorismo, una suerte de bando imperial que prohíbe acceso a créditos y financiamientos.
Los economistas están en condiciones de comprender como nadie lo que significa ese acto de maldad suprema contra toda una nación. No hay economía en el mundo que funcione sin financimientos y sin créditos. Pero los voceros de esa maldad y perversidad, a la par de que nos bloquean y acosan, lanzan ríos de difamaciones y manipulación, con un solo propósito: culpar al Gobierno cubano del dolor que ellos causan, hacer creer que la planificación niega el desarrollo, que los Estados responsables son inoperantes y que el socialismo es inviable.
Y aquí está Cuba, bloqueada, acosada, difamada, demostrando que solo el socialismo puede garantizar la justicia social, incluso en un mundo tan injusto, desigual y regido por reglas ciegas y poderes abusivos como el mundo actual.
Cuba sufre y denuncia el bloqueo por ilegal, criminal y violatorio de los derechos humanos de toda una nación durante más de 60 años. Pero no se detiene en sus programas, no renuncia a uno solo de sus Objetivos de Desarrollo hasta el 2030, algo que pocas naciones en desarrollo pueden siquiera intentar.
Privados prácticamente de financiamientos, créditos y acceso a tecnologías con componentes norteamericanos, tan comunes desde mucho antes de que se hablara de globalización, hemos diseñado un sistema de gobierno basado en ciencia e innovación, apostando al primer recurso de Cuba: el talento y la creatividad del pueblo, alimentados en 64 años de Revolución con sólidos programas educativos, científicos y culturales.
Hemos exigido que las investigaciones salten de las aulas universitarias a la producción y los servicios, que los saberes se potencien e intercambien, que se aprovechen al máximo las indiscutibles ventajas de vivir en una sociedad donde los medios fundamentales de producción pertenecen al pueblo, no como una entelequia, sino como la única explicación a nuestra sobrevivencia después de seis décadas bloqueados por quienes actúan como dueños del mundo.
Creemos y confiamos en la juventud para hacer que cristalicen esos proyectos. Creemos incluso en los miles de jóvenes que han emigrado por creer que sería imposible realizar sus sueños aquí, y porque hemos visto, sobre todo, a otros miles poniendo el pecho a los desafíos sin más pago que la felicidad de hacer cosas excepcionales o sencillas por su país.
A pesar de las abiertas acciones de robo de cerebros, de asedio y conquista de cientos de miles de jóvenes muy preparados que egresan de las universidades cubanas; a pesar de la criminal Ley de Ajuste Cubano por la cual Estados Unidos recibe casi automáticamente como emigrados políticos a nuestros nacionales que llegan de modo irregular a sus fronteras, Cuba cuenta con una masa de jóvenes estudiantes y trabajadores que están haciendo en la patria proyectos que impresionan.
Somos el único país en desarrollo con vacunas propias contra la COVID-19 y otras enfermedades, creadas mayormente por jóvenes científicos, como lo son también quienes produjeron ventiladores pulmonares comparables a los mejores del mundo; o los que ahora mismo están protagonizando una proeza en los mantenimientos de las plantas electroenergéticas, consumidas por años de explotación; o el personal docente y el de Salud, que ejercen en la ciudad y en las montañas, en hospitales o en policlínicos, a veces sin condiciones materiales para brindar un servicio óptimo y, sin embargo, han mantenido nuestros indicadores de calidad de vida en niveles comparables con los mejores del mundo; o los que emprenden proyectos en formas no estatales, las conocidas mipymes, muchas veces encadenadas con entidades del Estado cubano. Los hemos encontrado en nuestros recorridos por todo el país, batiéndose con la escasez y también con la ineficiencia o la desidia.
No hay sociedades perfectas. Estamos lejos de ser algo así. Y carecemos de tanto, que quienes miden el desarrollo por los niveles de consumo de la sociedad nos describen como un país sumido en la pobreza. Sin embargo, quienes conocen el rostro y la esencia de la pobreza describen otra realidad: una nación que resiste sin renunciar a un desarrollo acorde con sus niveles de conocimiento y de participación en el proyecto social.
El socialismo, un sistema tan nuevo, tan diverso, tan necesitado de la voluntad política y la participación social para establecerse y avanzar, nos desafía a intentarlo cada día con un nuevo obstáculo enfrente. Por eso no es posible juzgar a Cuba sin considerar los desafíos que singularizan nuestra experiencia y los caminos que vamos abriendo con el empuje de la historia y del futuro que puede ser todavía.
Hemos dicho más de una vez que en una Revolución auténtica la victoria es el aprendizaje, pues no marchamos sobre una ruta probada. Marchamos por un camino cercado, tratando de esquivar los obstáculos del adversario y de nuestros propios errores. A ese ejercicio continuo de aprendizaje y generación de alternativas le llamamos resistencia creativa.
Estamos orgullosos de haber escapado de la globalización neoliberal, que no es solo un modelo económico, es además una concepción ideológica y un proyecto político de dominación imperial, impulsado por las principales potencias mundiales con Estados Unidos a la cabeza, empeñados en controlar, rediseñar y sacar provecho del injusto sistema de relaciones internacionales para estructurar un Nuevo Orden Mundial que les permita mantener sus intereses hegemónicos, cuando otros actores de peso optan por el multilateralismo y la cooperación.
En la reciente Cumbre del Grupo de los 77 y China, celebrada en este mismo Palacio de Convenciones, compartíamos indicadores del desarrollo que solo muestran el estruendoso fracaso del neoliberalismo para la inmensa mayoría de la población mundial.
Retomo algunos datos y comentarios que expresamos entonces y que nos interesa reiterar ahora, por su dolorosa contundencia para describir el injusto e insostenible orden global vigente:
A solo siete años del plazo fijado para el cumplimiento de la Agenda 2030, el panorama es desalentador. Al ritmo actual, no se alcanzará ninguno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, y más de la mitad de las 169 metas acordadas serán incumplidas.
No es aceptable que en pleno siglo XXI padezcan de hambre casi 800 millones de personas, en un planeta que produce lo suficiente para alimentar a todos.
No hay justificación alguna para que en esta era del conocimiento y desarrollo acelerado de las tecnologías de la información y las comunicaciones, más de 760 millones de personas, dos terceras partes de ellas mujeres, no sepan leer ni escribir.
Los países de nuestro Grupo han debido destinar 379 000 millones de dólares de sus reservas para defender sus monedas en 2022, casi el doble de la cantidad de nuevos Derechos Especiales de Giro que les asignó el Fondo Monetario Internacional.
Mientras los países más ricos incumplen su compromiso de destinar al menos el 0,7 % de su producto nacional bruto a la Ayuda Oficial al Desarrollo, las naciones del Sur tienen que gastar hasta el 14 % de sus ingresos para pagar intereses asociados a la deuda externa.
La mayoría de las naciones del Grupo de los 77 se ven compulsadas a destinar más recursos al servicio de la deuda que a inversiones en salud o educación.
El cambio climático amenaza la supervivencia de todos, con efectos ya irreversibles.
Más de 3 000 millones de personas se ven afectadas por la degradación de los ecosistemas. Más de un millón de especies de plantas y animales están en peligro de extinción. Si no actuamos de inmediato, legaremos a nuestros hijos y nietos un planeta irreconocible e inhabitable.
Los que menos influyen en la crisis climática son los que más padecen sus efectos, en particular los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo. Mientras los países industrializados, depredadores voraces de recursos y del medio ambiente, eluden su mayor responsabilidad e incumplen sus compromisos bajo la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y del Acuerdo de París.
Por solo citar un ejemplo, resulta profundamente decepcionante que la meta de movilizar no menos de 100 000 millones de dólares al año y hasta 2020 como financiación climática nunca se haya cumplido.
Son los pueblos del Sur los que más padecen pobreza, hambre, miseria, muertes por enfermedades curables, analfabetismo, desplazamientos humanos y otras consecuencias del subdesarrollo. Muchas de nuestras naciones son llamadas pobres, cuando en realidad deberían considerarse naciones empobrecidas. Y es preciso revertir esa condición en que nos sumieron siglos de dependencia colonial y neocolonial, porque no es justo y porque no soporta ya el Sur el peso muerto de todas las desgracias.
En medio del más colosal desarrollo científico-técnico de todos los tiempos, el mundo ha retrocedido tres décadas en materia de reducción de la pobreza extrema, y se registran niveles de hambruna no vistos desde 2005.
En el Sur, más de 84 millones de niños permanecen sin escolarizar y más de 660 millones de personas sin electricidad; solo el 36 % de la población utiliza Internet en los países menos adelantados y en las naciones en desarrollo sin litoral, frente al 92 % con acceso en los países desarrollados.
Tómese en cuenta que el costo medio de un teléfono inteligente apenas representa el 2 % de los ingresos mensuales per cápita en Norteamérica, mientras esta cifra asciende al 53 % en el sur de Asia y al 39 % en África subsahariana. No se puede hablar entonces seriamente de avance tecnológico o de acceso equitativo a las comunicaciones ante estas realidades.
La transición energética transcurre también en condiciones de una profunda desigualdad que tiende a perpetuarse. La desproporción en el consumo energético entre los países desarrollados (167,9 gigajulios por persona al año) y en desarrollo (56,2 gigajulios por persona al año) es consecuencia de la brecha económica y social existente, y también causa de que esta brecha continúe creciendo.
Una parte sustancial de las enfermedades, más prevalentes en los países en desarrollo, son aquellas que son prevenibles y/o tratables. La Organización Mundial de la Salud declaró en su informe de salud mundial que se estima que ocho millones de personas mueren de manera prematura cada año, a causa de enfermedades y afecciones que pueden curarse. Estas muertes son un tercio de todas las muertes humanas en el mundo, anualmente.
Todos o casi todos tratamos de atraer la inversión extranjera directa como componente necesario del desarrollo y del manejo de las economías.
Pero sabemos que lo más frecuente es que no se acompañe de la transferencia de conocimientos y de ayuda para la creación de capacidades. Esa ausencia conduce a que los países en desarrollo se ubiquen en los eslabones más bajos de las cadenas globales de valor, y que sus investigaciones en salud, alimentos, medio ambiente y otras resulten muy limitadas o padezcan una devaluación sistemática.
Este fenómeno ocurre junto al drenaje de talentos o lo que comúnmente se denomina “robo de cerebros”; o sea, la práctica de los países más desarrollados de beneficiarse de la preparación y el conocimiento de profesionales que los países en desarrollo forman con mucho esfuerzo, regularmente sin respaldo alguno de las naciones más ricas.
Es ese un drenaje masivo y un aporte financiero notable que hacen los países en desarrollo a los ricos; mucho mayor, por cierto, que la Ayuda Oficial al Desarrollo, sobre la base de un flujo migratorio que es devastador para los países subdesarrollados.
La privatización del conocimiento pone límites a la circulación y recombinación del mismo. Plantea limitaciones al progreso y las soluciones científicas de los problemas. Constituye una barrera significativa para el desarrollo y el papel que en él deben desempeñar la ciencia, la tecnología y la innovación. Agrava las condiciones socioeconómicas de los países en desarrollo.
Baste señalar que en medio de la mayor pandemia que ha conocido la humanidad, solo diez fabricantes concentraron el 70 % de la producción de vacunas contra la COVID-19. La pandemia evidenció con crudo realismo el costo de la exclusión científica y digital, que cobró vidas y amplió las distancias entre el Norte y el Sur.
Como resultado, los países en desarrollo solo llegaron a disponer de 24 dosis de vacunas por cada 100 habitantes, mientras los más ricos disponían de casi 150 dosis por cada 100 personas. Ante el llamado a multiplicar la solidaridad y apartar las desavenencias, el mundo terminó siendo absurdamente más egoísta.
La Organización Mundial de la Salud ha formulado el conocido síndrome del 90/10, según el cual el 90 % de los recursos de la investigación en salud se dedican a las enfermedades que producen el 10 % de la mortalidad y la morbilidad, mientras las que generan el 90 % de estas solo disponen del
10 % de los recursos. Indudablemente, a las multinacionales de medicamentos no les interesa que la gente se cure, necesitan que estén enfermos para lograr más ganancias.
Al acudir a los mercados financieros, las naciones del Sur se han enfrentado a tasas de interés hasta ocho veces superiores a las de los países desarrollados. Alrededor de una quinta parte de las economías en desarrollo liquidaron más del 15 % de sus reservas internacionales de divisas para amortiguar la presión sobre las monedas nacionales.
En 2022, 25 naciones en desarrollo tuvieron que dedicar más de una quinta parte de sus ingresos totales al servicio de la deuda externa pública, lo que equivale a una nueva forma de explotación.
El gasto mundial en investigación y desarrollo entre 2014 y 2018 aumentó un 19,2 %, superando el ritmo de crecimiento de la economía mundial del
14,6 %. Sin embargo, continúa altamente concentrado, pues el 93 % lo aportan los países integrantes del G20.
Los recursos necesarios para una solución de fondo a estos problemas existen. Solo en 2022, el gasto militar mundial alcanzó la cifra récord de 2,24 billones, o sea, millones de millones de dólares. ¿Cuánto pudiera hacerse con esos recursos en beneficio del Sur?
Lograr la participación universal inclusiva en la economía digital requerirá invertir en nuestros países, como mínimo, 428 000 millones de dólares para 2030, demanda que puede cubrirse con apenas el 19 % del gasto militar global.
Sin embargo, el Sur pareciera destinado a vivir de las migajas que el actual sistema tiene reservadas para él. El apoyo financiero del Fondo Monetario Internacional a los países menos adelantados y otros de renta baja, desde 2020 hasta finales de noviembre de 2022, no sobrepasa el equivalente a lo que ha gastado la empresa Coca Cola solo en la publicidad de su marca en los últimos ocho años.
Mientras tanto, apenas menos del 2 % de la ya deficiente Ayuda Oficial al Desarrollo se ha dedicado a capacidades de ciencia, tecnología e innovación.
Estimaciones realizadas indican que el 9 % del gasto militar mundial podría financiar en diez años la adaptación al cambio climático, y el 7 % sería suficiente para cubrir el gasto de vacunación universal contra la pandemia.
Una arquitectura financiera internacional que perpetúa semejantes disparidades y obliga a los países en desarrollo a inmovilizar recursos financieros y endeudarse para protegerse de la inestabilidad que el propio sistema genera, que ensancha los bolsillos de los ricos a expensas de las reservas del 80 % más pobre es, sin duda, una arquitectura hostil al progreso de las naciones. Debe demolerse si realmente se aspira a labrar el desarrollo de la gran masa de naciones en desarrollo.
La pandemia de la COVID-19, de la que aún no se libera totalmente el planeta, nos ha dejado lecciones muy duras. Aun cuando se manifestaron valores y virtudes que enaltecen y hubo notables ejemplos de espíritu solidario, lamentablemente, se reveló la naturaleza profundamente inhumana del actual sistema internacional. Predominó la insensibilidad y el egoísmo ante el sufrimiento humano y se impuso el afán de lucro en torno a las vacunas y equipos médicos imprescindibles.
Es esencial encarar una profunda reforma de las instituciones financieras internacionales, tanto en cuestiones de gestión y representación como de acceso a financiación, que tenga debidamente en cuenta los legítimos intereses de los países en desarrollo y amplíe su capacidad de decisión en las instituciones financieras globales.
Es imprescindible exigir el cese de las medidas coercitivas unilaterales y los bloqueos ilegales, como el que se ejerce contra Cuba, recrudecido aún más con la fraudulenta inclusión de nuestro país en la arbitraria y unilateral lista de países que supuestamente patrocinan el terrorismo.
Hasta aquí fragmentos de la exposición que hicimos en nombre de las mayorías, excluidas de los beneficios de la globalización y el desarrollo.
Durante estos días me he preguntado en silencio, escuchando atentamente cada intervención, si existe hoy en el mundo una economía en desarrollo que se haya librado de las consecuencias del desorden global y le esté ofreciendo prosperidad a su pueblo. No oí citar ningún ejemplo.
Tendremos que concluir que la tiranía del mercado al servicio de las economías más poderosas del planeta no solo no ha resuelto ninguno de nuestros problemas, sino que nos ha llevado a caer en lo que mi querido amigo Frei Betto llama la globocolonización.
Queridas amigas y amigos:
¡Gracias por la oportunidad de escucharlos y de escucharme!
Queda mucho por decir y proponer. Por eso los esperamos en La Habana en 2025.
Muchas gracias.
(Ovación.)
* * *
(Shorthand Versions - Presidency of the Republic)
Fellow Prime Minister, Manuel Marrero Cruz;
Fellow Chancellor of the Republic of Cuba, Bruno Rodríguez;
Óscar Luis Hung, President of our National Association of Economists;
Vice Prime Minister Alejandro Gil;
Ministers, members of the Organizing Committee and the Academic Committee of the event;
Dear economists, social scientists and students:
I mention the students last because I feel part of them. In a setting like this, full of academics and professors exposing their ideas about global problems, who doesn't feel like a student when they are learning? Especially today, November 17, International Students' Day.
I congratulate you and call you, dear students of Economic Sciences. You have before you the gigantic challenge of helping to solve the biggest problem of our country: for our economy to tear down the walls of the blockade. And to prove, with effort and talent, how much socialism is capable of achieving, also in the economy.
And since we are talking about the problem, I want my first words, on behalf of the Cuban people and Government, to be to deeply thank the foreign visitors for their strong expressions of rejection of the genocidal blockade, along with their solidarity and support for the heroic Cuban people, who Today it resists and creates, facing the enormous difficulties derived from the economic and financial blockade, including those that directly hit the Cuban family.
I also thank you for your presence in Cuba, in open defiance of imperial policy, and for the substantive debates that have been generated here in the lively and intense exchange of diverse criteria and experiences that, in my modest opinion, contribute to the same objective: to make that the advantages of globalization work for the vast majority of all countries, and not just for the elites of a select group of nations that built their prosperity at the expense of our own impoverishment. Nations that, by the way, later became eternal creditors, as the example of the sister and thousand-fold impoverished Haiti so clearly and painfully illustrates, which still pays in deep poverty, a spiral of violence and other evils for its inspiring rebellion: the first revolution of slaves in modern history.
Independence debt, an absurd and paradoxical term, they call the payments “for reparations” that the Haitian Republic was forced to make for 122 years, so as not to be invaded again by the powerful former metropolis that had exploited all its human and material resources with the cruelest methods.
But still today the only solution that occurs to those who claim to be the saviors of our punished neighbors is to send troops, as so many times since 1915, the date of the first Yankee invasion, which declared itself willing to confront the country's poverty and instability. , after marines from the nascent North American empire emptied the National Bank of Haiti.
Haiti hurts like Palestine hurts, whose small Gaza Strip has become proof of the ineffectiveness of the mechanisms and instruments of International Law to prevent genocide in the 21st century. Numerous United Nations resolutions have been ignored by those who have the responsibility and commitment to stop the genocide, but prefer to allocate billions of their budgets so that the war that fuels their economy does not stop.
While we meet here in Havana, capital of a Cuba that has been blocked for more than 60 years with the declared purpose of exploding against itself, Gaza continues to be bombed as the genocidal culmination of another decades-long blockade.
Seven years ago, at a Non-Aligned Summit, on Margarita Island, in Venezuela, the then President of Cuba, Army General Raúl Castro Ruz, spoke words that seem intended for today, and I quote: “It is unacceptable that "The Palestinian people still continue to be victims of occupation and violence, and the occupying power continues to prevent the creation of an independent Palestinian State with East Jerusalem as its capital."
That call that has been reiterated so many times by numerous world leaders continues to await a response, like the unpayable foreign debt and so many other consequences of a world that is too unfair for the majority of its inhabitants. This reality will not make us lower our arms or give up defending fairer ideas to make the best possible world, even if we cannot see it.
This meeting is a tribute to the founding idea of Commander in Chief Fidel Castro, to his tireless search for the best path towards human emancipation and the survival of our species, which neoliberal capitalism irrationally pushes towards its extinction.
From the great meetings on the External Debt in the 1980s to the Globalization and Development events, Fidel was a great consensus builder and a leader of infinite faith that a better world is possible, but only if the undemocratic world is transformed. and archaic international economic order, considering all ideas that aim at the salvation of humanity. His ideas from then, in light of the very serious problems of today, are shocking for their validity and force us to convert the tribute into study, debate and actions.
I was thinking about Fidel when we opened this meeting on Tuesday. His presence is still felt here and his words are remembered at the long-awaited closings of Globalization, whether it was the unexpected and brief minutes with which he surprised those attending the first meeting, or the six and a half hours that he extended another appointment, until well into the early hours of the morning. .
I attended the first meeting as a guest, and then I have reread practically everything he said over the years; So when he asked me to speak at the closing, I remembered his words when they asked him the same thing, and he said that he would like to have the eloquence and erudition of those who had spoken before.
That's exactly what I felt when listening to the keynote talks by José Luis and Gambina in the inaugural session, and later sharing some of the debates in sessions. But precisely those analyzes also inspired me to develop the ideas that I would like to convey to you today.
This meeting has been a magnificent source of learning and an opportunity to affirm and ratify convictions about the topics addressed, due to the coincidence with the points of view that we have shared.
It is magnificent to confirm that plural debate continues to prevail, even controversial, open to the most diverse points of view on issues that continue to need light, and that are the result of the processes associated with globalization, with an impact on development.
This confrontation of ideas is a principle of these meetings that we owe to their main manager, Fidel, who very early realized the importance of the process that the academics had already described, and systematically and convincingly presented his own theoretical arguments, always from the perspective of the exploited and the excluded.
He described globalization as an objective, unstoppable process of growing interconnections and interdependencies of national economies worldwide, which influences all spheres of social life and which has its fundamental bases and pillars in the development achieved in the technique of transportation, communications and the automated processing and transmission of information. But he also emphatically denounced the irrationality and unsustainability of the neoliberal wave and the imperative need for humanity to become aware that the globalization of human solidarity is necessary as an important step towards the definitive triumph of socialist globalization as the alternative for the survival of the species.
The world has changed dramatically since then. We have confirmed it suddenly, with the recent pandemic that paralyzed the planet for long and uncertain years and left us all in worse conditions, for not giving cooperation and solidarity their chance.
Old and new conflicts become wars from which only arms manufacturers and traffickers profit. Emerging multilateralism tries to advance on a path undermined by obsolete imperial desires. The United Nations Organization, its organizations and principles are constantly mocked and violated for having delayed its necessary democratization for too long.
Only socialism can guarantee social justice, even in a world as unjust, unequal and governed by blind rules and abusive powers as the world today. Photo: Dunia Álvarez Palacios
If we do not change the current world disorder, the greed and selfishness of a few will plunge us into the abyss, from which those who insist on preventing a different paradigm of coexistence will not be able to emerge; a more just, inclusive and equitable world that offers impoverished nations real opportunities for a dignified and sustainable life, in which hunger and poverty finally disappear, and in which the right to life and development are respected.
Allow me to return to Fidel and his ideas about the challenges of the alternative to neoliberal globalization.
At the closing of the V Encuentro, the historical leader of the Cuban Revolution said that: “There is a field where the production of wealth can be infinite: the field of knowledge, culture and art in all its expressions, including a careful ethical, aesthetic and supportive education, a full spiritual life, socially healthy, mentaly and physicaly healthy, without which it will never be possible to speak of quality of life.
“Does something prevent us from achieving such objectives?” –She wondered.
And then he stated: “We want to demonstrate what we all proclaim: that a better world is possible!
“The time has come for humanity to start writing its own history!”
After six decades of criminal blockade, of 243 measures to reinforce this obsessive persecution of everything that can mean a way out of growth on the path to development, Cuba is betting everything on that field where the production of wealth can be infinite, as it said and Fidel demonstrated, by promoting the development of science and knowledge.
Let me tell those who may still be unaware of it, that the United States blockade against Cuba has left no space unharassed, to the point of absurdity of including us on a list of supposed sponsors of terrorism, a kind of imperial faction that prohibits access to credits and financing. .
Economists are in a position to understand like no one else what this act of supreme evil against an entire nation means. There is no economy in the world that works without financing and credit. But the spokespersons for this evil and perversity, while blocking and harassing us, launch rivers of defamation and manipulation, with only one purpose: to blame the Cuban Government for the pain they cause, to make people believe that planning denies development, that responsible States are inoperative and that socialism is unviable.
And here is Cuba, blocked, harassed, defamed, demonstrating that only socialism can guarantee social justice, even in a world as unjust, unequal and governed by blind rules and abusive powers as the world today.
Cuba suffers and denounces the blockade as illegal, criminal and violating the human rights of an entire nation for more than 60 years. But it does not stop in its programs, it does not give up a single of its Development Goals until 2030, something that few developing nations can even attempt.
Virtually deprived of financing, credit and access to technologies with North American components, so common long before there was talk of globalization, we have designed a government system based on science and innovation, betting on Cuba's first resource: talent and creativity. of the people, nourished in 64 years of Revolution with solid educational, scientific and cultural programs.
We have demanded that research jump from university classrooms to production and services, that knowledge be enhanced and exchanged, that the indisputable advantages of living in a society where the fundamental means of production belong to the people, not as an entelechy, but as the only explanation for our survival after six decades blocked by those who act as owners of the world.
We believe and trust in youth to make these projects crystallize. We even believe in the thousands of young people who have emigrated because they believe that it would be impossible to realize their dreams here, and because we have seen, above all, thousands of others putting their chests to the challenges with no more reward than the happiness of doing exceptional or simple things for his country.
Despite the open actions of brain theft, siege and conquest of hundreds of thousands of highly educated young people who graduate from Cuban universities; Despite the criminal Cuban Adjustment Law by which the United States almost automatically receives as political emigrants our nationals who arrive irregularly at its borders, Cuba has a mass of young students and workers who are carrying out projects in the homeland that they impress.
We are the only developing country with its own vaccines against COVID-19 and other diseases, created mostly by young scientists, as are also those who produced lung ventilators comparable to the best in the world; or those who right now are performing a feat in the maintenance of the electrical energy plants, consumed by years of exploitation; or the teaching and health personnel, who work in the city and in the mountains, in hospitals or polyclinics, sometimes without material conditions to provide an optimal service and, however, have maintained our quality of life indicators at levels comparable with the best in the world; or those who undertake projects in non-state forms, the well-known MSMEs, often linked to entities of the Cuban State. We have found them on our tours throughout the country, fighting against scarcity and also with inefficiency or laziness.
There are no perfect societies. We are far from being something like that. And we lack so much that those who measure development by society's consumption levels describe us as a country mired in poverty. However, those who know the face and the essence of poverty are able to describe another reality: a nation that resists without giving up development in accordance with its levels of knowledge and participation in the social project.
Socialism, a system so new, so diverse, so in need of political will and social participation to establish and advance, challenges us to try every day with a new obstacle in front of us. That is why it is not possible to judge Cuba without considering the challenges that characterize our experience and the paths that we are opening with the push of history and the future that may still be.
We have said more than once that in an authentic Revolution victory is learning, since we are not marching on a proven route. We march along a fenced path, trying to avoid the obstacles of the adversary and our own mistakes. We call this continuous exercise of learning and generating alternatives creative resistance.
We are proud to have escaped neoliberal globalization, which is not only an economic model, it is also an ideological conception and a political project of imperial domination, promoted by the main world powers with the United States at the helm, determined to control, redesign and take advantage of the unjust system of international relations to structure a New World Order that allows them to maintain their hegemonic interests, when other important actors opt for multilateralism and cooperation.
At the recent Summit of the Group of 77 and China, held in this same Convention Center, we shared development indicators that only show the resounding failure of neoliberalism for the vast majority of the world's population.
I return to some data and comments that we expressed then and that we are interested in reiterating now, due to their painful forcefulness in describing the unjust and unsustainable global order in force:
With only seven years to go before the deadline set for the fulfillment of the 2030 Agenda, the outlook is discouraging. At the current pace, none of the 17 Sustainable Development Goals will be achieved, and more than half of the 169 agreed targets will be unmet.
It is not acceptable that in the 21st century almost 800 million people suffer from hunger, on a planet that produces enough to feed everyone.
There is no justification for the fact that in this era of knowledge and accelerated development of information and communications technologies, more than 760 million people, two thirds of them women, do not know how to read or write.
The countries of our Group have had to allocate $379 billion of their reserves to defend their currencies in 2022, almost double the amount of new Special Drawing Rights allocated to them by the International Monetary Fund.
While the richest countries fail to fulfill their commitment to allocate at least 0.7% of their gross national product to Official Development Assistance, the nations of the South have to spend up to 14% of their income to pay interest associated with the debt external.
Most Group of 77 nations are forced to allocate more resources to debt service than to investments in health or education.
Climate change threatens the survival of all, with already irreversible effects.
More than 3 billion people are affected by ecosystem degradation. More than a million species of plants and animals are in danger of extinction. If we do not act immediately, we will bequeath to our children and grandchildren an unrecognizable and uninhabitable planet.
Those who have the least influence on the climate crisis are those who suffer the most from its effects, particularly the Small Island Developing States. While industrialized countries, voracious predators of resources and the environment, evade their greatest responsibility and fail to comply with their commitments under the United Nations Framework Convention on Climate Change and the Paris Agreement.
To cite just one example, it is deeply disappointing that the goal of mobilizing no less than $100 billion per year through 2020 as climate finance has never been met.
Emerging multilateralism tries to advance on a path undermined by obsolete imperial desires. Photo: Dunia Álvarez Palacios
It is the people of the South who suffer the most from poverty, hunger, misery, deaths from curable diseases, illiteracy, human displacement and other consequences of underdevelopment. Many of our nations are called poor, when in reality they should be considered impoverished nations. And it is necessary to reverse that condition into which centuries of colonial and neocolonial dependence plunged us, because it is not fair and because the South no longer bears the dead weight of all the misfortunes.
In the midst of the most colossal scientific-technical development of all time, the world has gone back three decades in terms of reducing extreme poverty, and amine levels not seen since 2005 are being recorded.
In the South, more than 84 million children remain out of school and more than 660 million people without electricity; Only 36% of the population uses the Internet in least developed countries and landlocked developing nations, compared to 92% with access in developed countries.
Note that the average cost of a smartphone barely represents 2% of per capita monthly income in North America, while this figure rises to 53% in South Asia and 39% in sub-Saharan Africa. Therefore, one cannot seriously talk about technological advance or equitable access to communications in the face of these realities.
The energy transition also takes place in conditions of profound inequality that tends to perpetuate itself. The disproportion in energy consumption between developed countries (167.9 gigajoules per person per year) and developing countries (56.2 gigajoules per person per year) is a consequence of the existing economic and social gap, and also causes this gap. continue to grow.
A substantial part of the diseases, most prevalent in developing countries, are those that are preventable and/or treatable. The World Health Organization stated in its global health report that an estimated eight million people die prematurely each year from diseases and conditions that can be cured. These deaths are a third of all human deaths in the world, annually.
All or almost all of us try to attract foreign direct investment as a necessary component of the development and management of economies.
But we know that most often it is not accompanied by the transfer of knowledge and help for capacity building. This absence leads to developing countries being located in the lowest links of global value chains, and their research in health, food, environment and others is very limited or suffers systematic devaluation.
This phenomenon occurs along with the drain of talent or what is commonly called “brain theft”; That is, the practice of the most developed countries of benefiting from the preparation and knowledge of professionals that developing countries train with great effort, regularly without any support from the richest nations.
This is a massive drain and a notable financial contribution that developing countries make to the rich; much greater, by the way, than Official Development Assistance, based on a migratory flow that is devastating for underdeveloped countries.
The privatization of knowledge places limits on its circulation and recombination. It poses limitations to progress and scientific solutions to problems. It constitutes a significant barrier to development and the role that science, technology and innovation must play in it. It aggravates the socioeconomic conditions of developing countries.
Suffice it to note that in the midst of the largest pandemic that humanity has ever known, only ten manufacturers concentrated 70% of the production of vaccines against COVID-19. The pandemic showed with stark realism the cost of scientific and digital exclusion, which claimed lives and widened the distances between the North and the South.
As a result, developing countries only had 24 doses of vaccines per 100 inhabitants, while the richest countries had almost 150 doses per 100 people. Faced with the call to multiply solidarity and put aside disagreements, the world ended up being absurdly more selfish.
The World Health Organization has formulated the well-known 90/10 syndrome, according to which 90% of health research resources are dedicated to diseases that produce 10% of mortality and morbidity, while those that generate 90% of these they only have the
10% of resources. Undoubtedly, multinational drug companies are not interested in people being cured, they need them to be sick to make more profits.
By turning to financial markets, Southern nations have faced interest rates up to eight times higher than those of developed countries. About a fifth of developing economies liquidated more than 15% of their international foreign exchange reserves to cushion pressure on national currencies.
In 2022, 25 developing nations had to devote more than a fifth of their total income to servicing public external debt, equivalent to a new form of exploitation.
Global spending on research and development between 2014 and 2018 increased by 19.2%, outpacing the growth rate of the global economy.
14.6%. However, it remains highly concentrated, since 93% is contributed by the G20 member countries.
The resources exist which are necessary for a fundamental resolution of these problems. In 2022 alone, global military spending reached a record 2.24 trillion, or millions of millions of dollars. How much could be done with these resources to benefit the South?
Achieving inclusive universal participation in the digital economy will require investing in our countries at least $428 billion by 2030, a demand that can be met with just 19% of global military spending.
However, the South seems destined to live off the crumbs that the current system has reserved for it. The financial support of the International Monetary Fund to the least developed and other low-income countries, from 2020 to the end of November 2022, does not exceed the equivalent of what the Coca Cola company has spent alone on advertising its brand in recent years. eight years.
Meanwhile, just under 2% of already deficient Official Development Assistance has been dedicated to science, technology and innovation capabilities.
Estimates indicate that 9% of global military spending could finance adaptation to climate change in ten years, and 7% would be enough to cover the cost of universal vaccination against the pandemic.
An international financial architecture that perpetuates such disparities and forces developing countries to immobilize financial resources and go into debt to protect themselves from the instability that the system itself generates, which widens the pockets of the rich at the expense of the reserves of the poorest 80% is Without a doubt, an architecture hostile to the progress of nations. It must be demolished if we truly aspire to foster the development of the great mass of developing nations.
The COVID-19 pandemic, from which the planet has not yet been completely freed, has left us very hard lessons. Even though uplifting values and virtues were manifested and there were notable examples of a spirit of solidarity, unfortunately, the deeply inhumane nature of the current international system was revealed. Insensitivity and selfishness prevailed in the face of human suffering and the desire for profit prevailed around vaccines and essential medical equipment.
It is essential to undertake a profound reform of international financial institutions, both in terms of management and representation and access to financing, which takes due account of the legitimate interests of developing countries and expands their decision-making capacity in global financial institutions.
It is essential to demand the cessation of unilateral coercive measures and illegal blockades, such as the one exercised against Cuba, further intensified by the fraudulent inclusion of our country in the arbitrary and unilateral list of countries that supposedly sponsor terrorism.
So far, fragments of the presentation we made on behalf of the majority, excluded from the benefits of globalization and development.
During these days I have asked myself silently, listening carefully to each intervention, if there is a developing economy in the world today that has freed itself from the consequences of global disorder and is offering prosperity to its people. I didn't hear any examples cited.
We will have to conclude that the tyranny of the market at the service of the most powerful economies on the planet has not only not solved any of our problems, but has led us to fall into what my dear friend Frei Betto calls globo- colonization.
Dear friends:
Thank you for the opportunity to listen to them and to listen to me!
There is much left to say and propose. That is why we are waiting for you in Havana in 2025.
Thank you so much.
(Ovation.)
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