Recently, the Cuban state continued its emphasis on issues of corruption at a widely publicized conference. “Con el mazo dando y la raíz cortando,” Juventud Rebelde, Nov. 9, 2011, a portion of which is excerpted here.Corruption can be understood as evidence of two distinct but important social conditions. First, corruption is evidence that a system, as formally constituted and as functionally implemented, is not working. It provides a concrete manifestation of “workarounds” in the face of ideologies or mechanics that have been effectively rejected by the people and those who serve them. In effect, corruption can suggest the extent to which the governing structures of operation do not reflect the realities of life lived or the contradictions between the ideological foundations of the state and the realities of its manifestations among the people. In its extreme form under these conditions, corruption can have revolutionary consequences and effectively dissipates the power of the state. Secondly, and more commonly, corruption is understood divergence of resources from productive uses. (Ibid.).
(“La primera conferencia magistral del encuentro estuvo a cargo de la
contralora general de la República, Gladys Bejerano. Foto: Roberto
Morejón”, from “Con el mazo dando y la raíz cortando,” Juventud Rebelde, Nov. 9, 2011)
Algo anda podrido en el reino de este mundo, parafraseando al príncipe Hamlet: una pandemia que todo lo compra y lo extorsiona. Ese es el tema que ocupa desde este miércoles en La Habana a fiscales, contralores, criminalistas, auditores y otros estudiosos, en el V Encuentro Internacional sobre la Sociedad y sus retos frente a la corrupción.
¿Cuál es la terapia eficaz para esa serpiente gananciosa, un mal que viene de siglos, se acentúa en la sociedad de mercado, y no deja de tener brotes hasta en el socialismo cubano, dispuesto a renovarse y dejar atrás las trabas y turbulencias económicas que frenan su avance?
Las voces en el Palacio de las Convenciones, tanto de cubanos como de extranjeros, convergen en que, si bien se requieren políticas gubernamentales e institucionales de enfrentamiento a esa carcoma social, la solución estratégica es ir a la raíz del fenómeno, atacar las múltiples causas que lo generan.
En sus palabras de apertura y bienvenida, el fiscal general de la República de Cuba, Darío Delgado Cura, expresó que para enfrentar la corrupción «no bastan los discursos, no es suficiente estar convencido de que es algo grave para nuestras sociedades». Es necesario —enfatizó— tener voluntad para prevenirla y enfrentarla, pues unos no la encaran con determinación, y otros conviven con ella, viven de ella y la toleran.
Al definir esa suprema distorsión, el Fiscal General subrayó que se trata de un «fenómeno multicausal, en el cual las conductas individuales se encuentran motivadas por factores morales, éticos, económicos y de compromiso político, lo que se une a la falta de control, permisibilidad y violaciones de lo legalmente establecido».
Darío Delgado reconoció que «tenemos hechos de corrupción en nuestra sociedad», los cuales requieren un enfrentamiento organizado, donde participen todos: fiscales, jueces, auditores, asesores, consultores jurídicos, abogados y notarios, entre otros. También, subrayó, se necesita una política preventiva y penal coherente, para responder a «las variables y crecientes manifestaciones que está teniendo (el fenómeno) en los tiempos actuales».
Por su parte, la contralora general de la República, Gladys Bejerano, enfatizó que la lucha contra la corrupción forma parte de la defensa de la soberanía e independencia nacional. Y como caldos de cultivo mencionó las lacras del pasado, la codicia imperialista sobre nuestra nación, y errores y tendencias perniciosas en el diseño socioeconómico a lo interno.
Significó que la corrupción destruye valores éticos, debilita la moral, mina por dentro a colectivos e instituciones, desvía recursos, desvirtúa los esfuerzos y programas de desarrollo, desorganiza, desanima y afecta nuestros planes de desarrollo.
Destacó que «estamos ante una tarea muy compleja que refleja la situación de la sociedad cubana actual»; y en alusión al impostergable enfrentamiento, instó a recuperar y fortalecer valores, y asumir la institucionalización del país sin improvisaciones ni apresuramientos, pero con la urgencia de rectificar y buscar vías para defender y salvar el socialismo.
A crimen transnacional, respuesta global
. . . .
Tal es el alcance del problema que esfuerzos ceñidos a un país u otro no podrán acabar con él: la transnacionalización del crimen organizado y la corrupción requieren de respuestas y estrategias de toda la Humanidad, que trasciendan las fronteras.
Some of the more interesting insights raised by the article included
the high level participants form the Cuban state. The signalling,
something Cuban state officials tend to be careful about, was clear.
More interesting perhaps, was the somewhat understated though evident
admission of the possibility of systemic issues of corruption,
generally, and more obliquely still, within Cuba itself. But even that
admission was tenuous. Darío Delgado Cura, the Attorney General, was
willing to admit to the possibility of complex and multiple causes of
corruption within society, for example. But he pointed to morals,
ethics, economics and political compromises. And it was not surprising
that he would then focus on legislative and policy coherence in
constructing a legal and penal framework for responding to the issue.
Gladys Bejerano, the Comptroller General, got closer, perhaps. She
suggested corruption’s sources in “errors and pernicious trends in
internal socioeconomic structures.” She pointed to the effects of
corruption, pointing to the way it destroys ethical values, debilitates
morale, undermines collectives and institutions, diverts resources, and
adversely affects development goals. Yet at the same time, these
factors all appeared to exist outside of and not within the organization
of the state sector. That blindness to systemic causes, and a
willingness to continue to insist that corruption is sourced outside the
state, may substantially hamper efforts at systemic eradication.
Rectification is an obligation that is also meant to be internal to
state and Party.
Both officials suggested that the fight against corruption was
ultimately about values. That, at least, suggests an interesting and
within the framework of the construction of the ideology of the Cuban
State system, an important, admission. One can expect to see a
translation of these ideas into action soon if there is expectaiton of
movement toward meeting even the modest objectives of the Lineamientos.
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