Tuesday, August 02, 2016

Socializing the Model Worker Where the State and Labor Meet--René Gómez Manzano and the View From Cuba and Central Planning Marxist Models of Labor Organization





States in both Marxist and free market economies have distinct views about markets.  At their extremes, the former is suspicious and would substitute the state apparatus for virtually all market functions; the latter  is suspicious of any control and would substitute markets for virtually all public and private activity. Most states fall somewhere in the broad middle--intervening in markets through regulatory governance mechanisms in "free market" stares and substituting state direction or direct control ion "socialist" states.

The drive to control or manage markets applies not just to markets for capital and goods--it applies in equal measure to markets for labor. All states regulate their labor markets to a greater or lesser degree.  All are suspicious and regulate the forms of mass movements by labor and their interventions in economic and political life. But where the state manages labor, like other commodities that are production inputs (like capital), or as one of the means of production whose regulation are essential to ensuring the general welfare of society, it produces something of a contradiction.  That contradiction is inherent in the dual nature of labor--at once both a "thing" (and essential to economic activity) and a "person" for whose general welfare, as part of the sovereign masses for whose welfare all of this control is deployed in the first place.

But what happens when the state is the labor market?  And the State may retain  the profits from labor and distribute it in accordance with its policy? Centrally planned Marxist economies--like that in Cuba (but unlike China)--evidence a particularly hard version of this contradiction.   It was most recently evidenced in the efforts by the Cuban Communist Party to develop a new Model theory for their political economy--the 'Conceptualisation of the Cuban socio-economic socialist development model' ("Conceptualización del modelo económico y social Cubano de desarrollo socialista") (discussed HERE), That model speak to the recognition of the motivation of the working class to work and to be efficient, as well as the erosion of socialist values (Ibid., ¶ 30 ("ha afectado la motivación para trabajar y ser eficientes, a la vez que se bserva cierta erosión de valores inherentes a nuestra sociedad")), a revolutionary consciousness (Iboid. ¶ 52) that would help establish a "revolutionary worker" willing and eager to contribute productively and efficiently as directed by central planning needs and recognizing her role  as a contributor to the functioning of a revolutionary society as an owner of the means of produciton (Ibid., ¶ 80 "de una clase obrera revolucionaria, capaz de trabajar con eficiencia y productividad en función del cumplimiento de los planes, reconociendo su papel de dueño —como parte de todo el pueblo—, de los medios fundamentales de producción"). The product would be  the existence of a system of perfected planning from the top  that is rational, agile, that is powered by by motivated workers adequately paid producing wealth for the common good (Ibid., ¶ 139).  And for people in Cuba, that suggests the contradiction between motivated workers and a paymaster state which also directs all of the means of production to its own ends. 

René Gómez Manzano is an independent journalist and critical outsider in Cuba. He has for many years reported on changed within the Cuban state and its ruling Communist Party. Educated in Havana and Moscow he began defending dissidents in 1990 and has served time in prison for his actions. He remains active in Cuba and tolerated by the state ad PPC. Amnesty International named him a prisoner of conscience in 1998 after his arrest and imprisonment in the late 1990s. He provides a view of the issue of labor and labor discipline within a centrally planned model of Marxist political economy where the state substitutes itself for markets. His essay, in Spanish, "El obrero cubano, un nuevo “subproducto”, originally published in Cubanet,  follows. 




El obrero cubano, un nuevo “subproducto”: Los jerarcas castristas parecen no avergonzarse del baldón que arrojan sobre sus mismos compatriotas al obligar a una empresa extranjera a traer obreros desde las antípodas

La importación de obreros de la construcción extranjeros en Cuba obedece a los salarios miserables que paga el régimen a los nacionales

Ahora está de moda la cruzada en pro de la Comunidad LGBTI de Cuba que libra la “Sexóloga en Jefa|” Mariela Castro. Esa iniciativa goza del concertado —y justo— aplauso de la opinión pública nacional e internacional. Pero los que aspiramos a aprovechar las enseñanzas de la historia, no podemos olvidar la despiadada represión de antaño contra esos compatriotas nuestros. Se trató de una campaña en toda la línea desatada desde las altas cumbres del poder.

Ahora, los comunistas aspiran a que la culpa caiga en el suelo; pretenden hacer recaer la responsabilidad en comisarios de segunda o tercera fila. Pero ahí han quedado grabadas las palabras del mismísimo Fidel Castro, pronunciadas en 1963 —¡y nada menos que en la Universidad de La Habana!— sobre los “pepillos vagos… con unos pantaloncitos demasiado estrechos” que organizan “sus shows feminoides”. “Nuestra sociedad no puede permitir ese tipo de degeneraciones”, dijo entonces refiriéndose a quienes calificó como “un subproducto”.

Poco después surgieron los campos de concentración de las UMAP, y en el sector artístico se entronizó la tenebrosa “parametración”. Fue en esa época que, refiriéndose a las perspectivas de la danza artística, un dirigente del sector tuvo el tino de pronunciar, ante uno de los ejecutores de la persecución, una frase memorable. Tal vez para no desentonar con el vocabulario entonces de moda, empleó un término peyorativo y homofóbico, pero aun así sus palabras terminantes son dignas de ser repetidas: “O hay pájaros, o no hay ballet”.

Si he rememorado estos sucesos (que datan de hace más de medio siglo, sí; pero que tuvieron lugar bajo el mismo régimen actual, no bajo otro distinto) es porque me hizo recordarlos una noticia publicada hace unos días en CubaNet. “Emplean obreros indios para la construcción de hoteles en Cuba”, rezaba el titular. El texto recordaba que el grupo constructor francés Bouygues, ha contratado operarios del mencionado país asiático, a los que paga unos 1.600 euros mensuales.

Un diplomático occidental, haciendo honor a su profesión, ha descrito la situación creada, y para ello ha empleado verdades a medias: “Los trabajadores cubanos no son tan bien pagados”, afirmó. Según el funcionario extranjero, por esa razón “hay poca motivación” en los aludidos obreros de la Isla.

El eufemismo ha servido en este caso para evitar que se viole el protocolo al explicitar la explotación desenfrenada que el gobierno cubano ejerce sobre sus propios ciudadanos. La superflua unidad empleadora (a través de la cual casi siempre obligan a las empresas mixtas a contratar al personal local), puede forzar al socio extranjero a desembolsar, por el trabajo de los cubanos, una suma similar a la que ahora se abona a los indios. Pero ese dinero queda en las arcas de la burocracia. Al obrero nativo se le pagan unos cientos de pesos en la devaluada moneda nacional: Ganancia neta para los castristas, que se quedan con la parte del león.

Mis remembranzas de la persecución de antaño contra los homosexuales vienen al caso por una razón sencilla: Supongo que si los representantes de la compañía francesa pudieran hablar con entera libertad, es probable que parafraseasen al dirigente del sector artístico arriba mencionado. “O hay indios, o no hay hotel”, podrían ellos decir.

Y por supuesto que esto no obedece a defectos inherentes al trabajador cubano. Nuestros compatriotas, cuando llegan a alguno de los innumerables países hacia los que emigran, dan sobradas pruebas de su laboriosidad y su honradez. Lo mismo puede decirse de aquellos que permanecen en la Isla y realizan trabajos en el sector privado (perdón, quise decir “no estatal”).

Pero si una pandilla de tecnócratas, con absoluta desfachatez, los despojan de más del noventa por ciento de lo que devengan con su esfuerzo, entonces parece razonable que actúen como lo hacen: Que trabajen lo menos posible, que no cumplan lo pactado, que hagan chapucerías, que cobren una pequeña parte del dinero que les timan sustrayendo los materiales y herramientas de trabajo a los que tienen acceso. ¡Bien por el “Hombre Nuevo”, obra de Fidel, el Che y la Revolución!

En el ínterin, los jerarcas castristas parecen no avergonzarse del baldón que arrojan sobre sus mismos compatriotas al obligar a una empresa extranjera a traer obreros desde las antípodas. Y quién sabe si alguno de los máximos jerarcas, recordando la expresión peyorativa usada antaño por el “Comandante en Jefe”, describa al proletariado cubano como “un subproducto”.

Miami, 31 de julio de 2016


René Gómez Manzano
Abogado y periodista independiente

René Gómez Manzano

(La Habana, 1943). Graduado en Derecho (Moscú y La Habana). Abogado de bufetes colectivos y del Tribunal Supremo. Presidente de la Corriente Agramontista. Coordinador de Concilio Cubano. Miembro del Grupo de los Cuatro. Preso de conciencia (1997-2000 y 2005-2007). Dirigente de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil. Ha recibido premios de la SIP, Concilio Cubano, la Fundación HispanoCubana y la Asociación de Abogados Norteamericanos (ABA), así como el Premio Ludovic Trarieux.

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